Por: Maria Victoria Gómez Navarro
El amor no se aprende, como se aprende a tocar un instrumento. Se debe comprender en las distintas realidades y desde la integridad del ser humano, ya que implica además del sentimiento, la inteligencia y la voluntad. Nunca se da por concluido y completado, se transforma con el correr de los años y precisamente por ello permanece fiel a sí mismo. Para alcanzar su madurez debe integrar todas las potencialidades humanas y debe recorrer el camino de la renuncia, de la purificación y de la recuperación, dice el Papa: “el amor…es un camino permanente, un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí, y precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios. El auténtico contenido del amor es hacerse uno semejante al otro que lleva a pensar y desear en común.” .
El amor más que sentimiento embriagador es donación. El amor verdadero tiene necesidad de tiempo, de lagrimas, de risas cotidianas, horas oscuras vividas en común, de sucesivas revelaciones mutuas, de flaquezas compartidas en la intimidad, de perdones otorgados una y otra vez. Al respecto Rilke comenta: “tomar el amor en serio, padecerlo y aprenderlo como un trabajo, esto es lo que hace falta a los jóvenes".
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