Disipado el calor de la séptima elección popular para cargos públicos, está claro que faltan muchos lustros para que el proceso se depure de sus vicios. No obstante, hay detalles acerca de la financiación de las campañas, que ameritan medidas inmediatas. Analicemos las elecciones para alcaldía de un municipio como El Banco-Magdalena, ejemplo que usted puede aplicar proporcionalmente para la mayoría de municipios del país.
Según su costo, las nueve campañas políticas para Alcaldía de El Banco-Magdalena, pueden dividirse en tres grupos: Cuatro Candidatos que gastaron entre $400 y $1.000 millones de pesos, dos candidatos que gastaron entre $100 y $200 millones de pesos y tres candidatos que gastaron menos de $50 millones de pesos. Al final, entre los tres grupos se gastaron al menos $2.900 millones de pesos.
Más allá de la violación al tope de los $82 millones establecido por la Resolución 82/07 del Consejo Nacional Electoral, que al parecer no leyeron los Candidatos, queda la inquietud de algunas de las cosas que hubiésemos podido hacer con esos $2.900 millones gastados ilegalmente:
Hubiésemos podido construir 86 aulas nuevas, suficientes para albergar 2700 nuevos alumnos, ¡equivalentes a toda la población estudiantil de un municipio como El Peñón-Bolívar!
Pavimentar 35.294 metros cuadrados de vías, equivalentes a 101 cuadras, es decir, ¡todas las calles de dos barrios promedio!
Construir 300 viviendas de interés social, suficientes para reubicar la totalidad de las familias que actualmente viven en zonas inundables y así acabar para siempre con el problema de los damnificados.
Afiliar 33.232 nuevos beneficiarios del sistema de seguridad social en salud, equivalentes al total de la población urbana del municipio.
Incubar 75 nuevas microempresas que generarían, al menos 75 empleos nuevos (¡si es que en sus estudios previos del municipio los candidatos detectaron problemas de desempleo!). Según Sankaran Venkataraman, Consultor Empresarial, el 99% de las empresas arrancan con menos de cuarenta millones de pesos.
Ahora, si dividimos el costo total de las nueve campañas entre el número de votantes, resulta que a los Candidatos cada voto les costó en promedio $161.162. Es decir, los $800 que el CNE repone a los candidatos por cada voto, apenas cubre el 0.5% del costo real de dicho voto.
A estas alturas usted se habrá identificado con uno de dos tipos de lectores: el que está confundido con las cifras chuecas de la politiquería y el que se conduele de la evidente ingenuidad del autor quien tal vez no conoce los intríngulis del dinero “invertido” en la política. Simplemente hagamos varias reflexiones:
Invertir tanto dinero en un negocio en el que las posibilidades de ganar eran de 1/9, (0.1) no habla bien de la capacidad de planificación de los políticos respecto a sus propios recursos. ¿Que pasará a la hora de planificar el gasto con recursos públicos?
Si en realidad los candidatos están preocupados por el “atraso social” de sus comunidades, ¿porque no destinan todo ese dinero a satisfacer alguno de los proyectos antes enunciados?
La compra de votos estuvo marcada por una inflación inusitada: $150.000 el valor del “combo” (voto para todas las corporaciones). Observe que este valor coincide con el “costo real” de la votación, mencionado anteriormente. Mecanismos como la Misión de Observación Electoral carecieron de instrumentos para siquiera detectar estos fenómenos.
La rentabilidad social de los $2.900 millones gastados. Al final no se generó cultura política, ni empleo sostenible y, de las nueve campañas que iniciaron, sólo una podrá aspirar a posibles “réditos” de su inversión.
Preocupados por el destino de su dinero, muchos candidatos desestimaron herramientas modernas de la política tales como las encuestas, las que algunos aún consideran una especie de concurso de adivinanzas y no lo que en realidad son: instrumentos de estrategia política para aprovechar fortalezas y atacar debilidades de los Candidatos. Incluso, la mayoría no dedicó tiempo a estudiar la problemática del municipio.
¿De que sirven los controles del CNE respecto a los topes, cuando este apenas alcanza para “incorporar” un Concejal a la Campaña?
El papel que juega el Elector en todo este proceso. Conoce lo bueno, lo malo y el sistema del voto secreto del tarjetón le otorga una ventaja sobre el politiquero. Al final, ¿que incide en su decisión de voto?
A pesar de las cifras chuecas, varios de los perdedores ya están apostados en el partidor para las próximas elecciones, alentados por el dato histórico de quienes ganaron en el siguiente intento. Pero deben considerar que, a diferencia del pasado, esta vez el número de perdedores aumentó de uno a diez, incluidas las Consultas internas.
No obstante, dentro de las cosas malas debemos rescatar el libre juego político que tuvieron todos los candidatos para vender su propuesta a los electores.
Igualmente, las Consultas Internas se consolidaron como un mecanismo válido. Catapultaron a la escena política a nuevas figuras que no hubiesen obtenido espacio en las decisiones de los apellidos tradicionales y del dinero. En El Banco, los 3.800 votos del Partido Conservador validaron el éxito de su Consulta Interna.
También quedó demostrado que para el proceso electoral es provechoso que se inscriban varios Candidatos. Sin duda la pluralidad molesta a los politiqueros, quienes siempre reclamaron que los nueve Candidatos de El Banco-Magdalena se unieran en apenas dos. Claro, con ello aumentaban las probabilidades de ganancia de su “inversión” de 0.1 a 0.5, o más según las alianzas de la desbandada.
En la corta historia electoral del municipio es la primera vez que los perdedores son mayoría, con el 78% de los votos a Alcaldía y el 75% de los escaños del Concejo. Ojala ello contribuya a que la maltratada figura del “ahogado” se transforme en el Líder de una “Oposición Constructiva”, la forma de Co-gobierno natural de un proceso político en evolución.
Al final, no ganó la campaña que más dinero gastó. Y muchos aprendieron que, si bien en la política el dinero es necesario, la garantía de triunfo sólo la complementa un buen Candidato. Más aún en un juego de tan estrechas probabilidades.
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