Todo viaje al río Magdalena es un viaje al pasado, pero en ningún lugar es esto tan cierto como en El Banco, Magdalena. Hay muchas formas de llegar a El Banco, y ninguna es fácil. Yo escogí la ruta que desvía de la Troncal del Caribe en el sitio de El Burro, una hora adelante de Aguachica. Un camino polvoriento sigue para Tamalameque, el de La llorona loca, y luego bordea el Magdalena hasta la desembocadura del legendario río Cesar. Allí no encuentra uno el puente que tantos políticos han prometido*, y hay que trepar el carro en un viejo planchón para llegar al "viejo puerto" de José Barros, el viejo puerto de Nuestra Señora de la Candelaria de El Banco.
En el Banco empieza la depresión momposina (un término orográfico, aunque podría ser psiquiátrico). Frente al pueblo el río se divide en sus dos brazos: el de Loba y el de Mompox. Se inicia aquí esa tierra de ciénagas y playones, de caños laberínticos y de leyendas y de ritmos musicales de blancos, de indios y de negros. Es acá la cuna de la cultura anfibia de Fals Borda. Es aquí la cuna de José Benito Barros, autor no sólo de La piragua, sino de la cumbia Danza negra, de Palmira señorial, de Arbolito de Navidad, incluso del melancólico pasillo Pesares. "Qué me dejó tu amor, que no fueran pesares..."
El Banco fue importante, tiempo ha, cuando el río Magdalena fue importante. En el siglo XIX grandes vapores pasaban día tras día frente a la iglesia de Nuestra Señora y llenaban de bullicio y de comercio el puerto. En los años veinte, los hidroaviones de Scadta hacían escala aquí en sus vuelos diarios de Barranquilla a Honda y Neiva primero, y al mismo Bogotá después. Incluso cuando los hidroaviones se volvieron cosa del pasado, el aeropuerto de El Banco tuvo gran actividad. Pero del tráfico fluvial, y del aéreo "sólo quedaron los recuerdos en la arena".
El Banco, como muchos otros poblados del departamento, le debe parte de su existencia a un personaje del siglo XVIII. Entre 1744 y 1790 don José Fernando de Mier y Guerra fundó 22 pueblos, desde El Banco en el sur, pasando por Chiriguaná y Chimichagua (hoy en el Cesar) hasta Salamina, Remolino y El Piñón, ya cerca de Barranquilla.
Cuando Mier y Guerra llegó a El Banco, ya existía un poblado de negros libertos que, desde 1680, adoraban la imagen de la Virgen de la Candelaria, la Patrona del pueblo. Desde hace siglos las fiestas patronales atraen peregrinos de todos los rincones de la costa ("Que vengan de Santa Marta, que vengan para bailar..." dice la canción de Barros). Muchos vienen motivados por el culto Mariano, otros por el ron, las alboradas y el baile. Las fiestas del año 46 fueron famosas. En ese año el cura no permitió que saliera en procesión la imagen de Nuestra Señora porque el pueblo había incumplido la promesa de no organizar bailes y cumbiambas en los alrededores del templo en los días previos a la fiesta del 2 de febrero. Pues el pueblo se tomó el templo. El comandante de policía, quizás entendiendo mejor la idiosincrasia local, quizás para proteger al sacerdote de posibles agresiones, dio la autorización para que sacaran a la Virgen. La procesión se hizo en seguida, con el mismo ánimo pacífico, devoto y fiestero de siempre.
Frente a la iglesia está el monumento que conmemora la cruenta batalla fluvial de La Humareda, en 1885. Fue crucial en la caída del régimen federal de la Constitución de 1863 y favoreció la Carta del 86. Allí las tropas rebeldes derrotaron a las del gobierno, pero a un costo material y humano tan alto que les resultó imposible continuar operando.
Unos años después de esta batalla, en 1904, un incendio destruyó casi la mitad de las viviendas. Eran los preparativos de las fiestas patronales de Nuestra Señora de la Candelaria, que apenas se reiniciaban después de la guerra de los Mil Días. Cuenta la historia que en medio del sopor del mediodía, y mientras la población dormía la siesta, un gallinazo (o golero, en lenguaje costeño) se robó un bagre del solar de una casa. Para espantar al animal, a alguien se le ocurrió arrojarle un tizón que, al caer sobre un techo de paja, dio inicio a la conflagración.
A esos dos hechos, la batalla y el incendio, se refirió el poeta bogotano José María Vargas Vila, veterano de La Humareda, en unas sentidas frases que siguen vigentes un siglo después:
"El Banco, pueblo inmortal, tú guardas las cenizas del más tremendo incendio, los despojos de la más recia borrasca. Tú eres para la patria un altar de recuerdos y de gloria y de enseñanzas sublimes. A ti vendrán las generaciones futuras para retemplar el patriotismo y cuando quieran aprender que sólo se es esclavo si se quiere y si falta el valor para morir."
"Retemplar el patriotismo" repetía yo una y otra vez al salir de allí por el otro camino -el de Chimichagua- igual de polvoriento. Qué habrá querido decir el poeta con eso, oh, mi viejo Banco.
DIEGO ANDRES ROSSELLI COCK , MD (1) (http://www.portafolio.com/)
Articulo tomado de: http://encolombia.com/medicina/materialdeconsulta/Tensiometro86-traslospasosdepedroalbundia.htm
* Al momento de publicar este artículo el puente ya es una realidad, pero, ¿de que sirve si el río se llevo la banca de la carretera que comunica a Tamalameque con el Banco?
(1) Profesor Unidad de Epidemiología Clínica, Facultad de Medicina, Universidad Javeriana, Bogotá. email: droselli@javercol.javeriana.edu.co
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