martes, 14 de mayo de 2013

Conociendo el banco magdalena

El Banco no es un municipio que ofrezca mayor interés para el turista,  a primera vista es el clásico pueblo costeño,  polvoriento en verano y anegado en invierno, por lo que es un puente para ir a Mompox, o Chimichagua cuando vienes del sur. Por ello, pensábamos que en los días de estadía: lunes y martes, en dicha población, la opción era leer y dedicarnos a descansar,

Pero estábamos muy equivocados, es un pueblo cargado de historia y se considera la capital mundial de la cumbia, que se cree nació en esta población y remontó el rio magdalena hasta Barranquilla para luego volverse internacional, llegar al Perú y la Méjico, que la consideran, con adaptaciones como propia.   En esta población se celebra el festival nacional de la cumbia José Barros Palomino, durante cuatro días entre junio y julio, sobre un escenario que se monta en el muelle fluvial sobre la confluencia del río cesar con el río Magdalena, un espectáculo que desafortunadamente no hemos podido disfrutar.

Allí está la casa museo del maestro de la cumbia José Barros Palomino, un sitio en el que se pueden observar enmarcadas las principales obras de este compositor, entre las que se destacan la piragua, el pescador y pesares. Su hija que dirige y conserva el lugar, nos recibió muy amablemente, nos abrió las puertas del museo y nos habló largamente sobre la herencia musical de su padre, su vida y su profunda relación con el municipio en el que nació: el Banco, sus viajes, sus mujeres y sus hijos.

Una interesante historia, contada por una mujer que está empeñada en que la memoria de su padre, siga viva y se transmita a futuras generaciones.

Al recorrer sus calles de las partes altas, donde se encuentra la zona rosa y varios edificios gubernamentales, sus barrios residenciales, empezamos a darnos cuenta que el Banco, más allá de nuestra primera impresión no era un pueblo polvoriento o anegado más de la costa. Calles adoquinadas, edificios con trazos de una arquitectura republicana, casonas de formas repujadas, nos proyectaban a esa Barranquilla tradicional del Barrio el Prado, con alamedas y casas de preciosa arquitectura y no a un pueblo de ranchos y calles arenosas.

Existe pobreza y ranchos, no se puede negar, pero una amplia parte del pueblo, conserva esa magnificencia de los barrios señoriales de ciudades como Cartagena y Barranquilla.   Otro atractivo es el muelle que enmarcado por la catedral de la población y el monumento a los héroes de la batalla humareda y los edificios circunvecinos, constituye una hermosa postal que es la carta de presentación del municipio.   En este lugar queda un hotel que se llama Panorama y que tiene un bar al aire libre que dé contra un malecón que circunda al rio desde el muelle.

Allí pasamos muchas horas, entre cervezas y butifarras, escuchando cumbias que pedíamos expresamente, porque el vallenato primaba, observando a lo lejos el rio cesar y una poderosa curva dada por el Magdalena en su desembocadura, que obliga a los grandes cargueros que bajaban o remontaban el rio a frenar su marcha y dar la curva en una lenta y riesgosa operación. Planchones gigantescos que bajaban con petróleo o que subían cargados de automóviles y otros cargamentos importados y que jamás imaginé podrían navegar por el rio, Eran buques de tres o cuatro pisos, que remontaban largos convoyes como un tren y que a lo lejos generaban una imagen irrepetible de la conquista del hombre sobre las aguas.

El rio cesar descargaba incesantemente ramas, arboles enteros, despojos vegetales y era común ver bajar troncos o ramas con una garza parada tranquilamente, en un paisaje barroco, teñido del verde de la vegetación, el color oscuro de las aguas revueltas y el blanco de las aves. Veíamos bandadas  de aves pasar por el rio, lanzarse en picada para pescar o descender para posarse en los troncos flotantes.

De noche la luna gigante arriba del rio, la intensidad de las luces de la catedral proyectadas sobre el agua y el brillo de las aguas del rio, generaban un caleidoscopio de sombras y fulgores que nos hacía pasar minutos en silencio observando y viendo como cambiaban sombras y luces en un remolino de fulgores y destellos.

A veces la luna parecía despedir un rayo que partía el rio en dos, en ocasiones se reflejaba como un blanco manto y pronto una carga entre negra y blanca como grava burbujeante pasaba frente a nosotros cuando la luna se escondía y cedía su lugar a las luces de la catedral reflejadas sobre el rio. 

Por ello el Banco, que era solo una parada, un lugar obligatorio, se convirtió en un sitio que llevaremos en nuestro corazón.

Tomado de: Viajeros.Com

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El Banco Magdalena:

Puerto sobre el Río Magdalena, fundado por José Domingo Ortíz, el 2 de febrero de 1680, donde habitaron los indígenas Chimilas. A la llegada de los españoles fueron sometidos y expropiados de sus tierras dando paso a la fundación conocida con el nombre de Nuestra Señora de la Candelaria de El Banco, elevado a la categoría de municipio en 1871.

Eladio Gil Moreno (egilmoreno@gmail.com)
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