Hemos concluido la LXXXVI Asamblea Plenaria del Episcopado dedicada al análisis de la Realidad Colombiana. Hemos reflexionado sobre hechos y situaciones que preocupan hoy al país y a la Iglesia.
Como pastores conscientes de nuestra responsabilidad, tratamos de aproximarnos a la realidad política, económica, cultural y por supuesto, a la realidad religiosa y pastoral del país. Al terminar este ejercicio queremos compartir esta buena noticia con todos nuestros fieles y con quienes se preocupan por impulsar el progreso y crear mejores condiciones de vida para todos los ciudadanos.
El fruto de esta reflexión y análisis lo entregaremos más tarde en un documento extenso, a los agentes de pastoral, a los dirigentes del mundo político, cultural y económico y a todos los colombianos preocupados de saber qué pensamos y qué proponemos para responder a los desafíos de la hora presente.
Vemos el País con preocupación y también con esperanza.
Con preocupación porque son muchas las sombras que oscurecen el horizonte de nuestra patria.
Somos conscientes de que vivimos un cambio de época: el mundo entero está experimentando transformaciones profundas de orden político, económico, cultural y religioso, que nos afectan directa o indirectamente. Muchos de estos cambios inciden en nuestro tradicional estilo de vida, en nuestras costumbres y tradiciones y hasta en el modo de relacionarnos con Dios, con los demás y con la naturaleza.
Nos angustia el permisivismo moral, la inequidad y la injusticia social, el desempleo y la pobreza, los conflictos sociales, las violaciones de los derechos humanos, el conflicto armado, el horror del secuestro y el sufrimiento que ocasiona a las víctimas y a sus familias, el narcotráfico, la corrupción y el enriquecimiento ilícito, la crisis mundial de la economía, la falta de formación y de participación de los católicos en los procesos de construcción de un país más democrático y más próspero.
Vemos también signos de esperanza en las movilizaciones ciudadanas para rechazar el secuestro y la violencia, en la incursión de las generaciones jóvenes en puestos de comando, en el papel pro activo de la mujer en la Iglesia y en la sociedad, en el aprovechamiento de los mecanismos de participación consagrados por la Constitución Nacional, en la superación del odio político que inició el largo y doloroso vía crucis de la Violencia en Colombia.
En el diálogo sobre la realidad, pudimos ver con claridad el compromiso y la misión que tenemos de consagrarnos y empeñarnos a fondo en la búsqueda de la paz, en la lucha contra la pobreza, contra la injusticia en todas sus formas, contra la violencia que nos roba la vida de los seres queridos.
Al concluir nuestra Asamblea, expresamos la decisión de estar en adelante mucho más cerca de los desplazados, de las familias de los secuestrados, de las víctimas de la violencia, de todos los marginados, a quienes nos proponemos llevar un mensaje de solidaridad y el ofrecimiento de nuestra vocación de servicio.
El país que soñamos tenemos que construirlo entre todos. Los Obispos, después de esta Asamblea, nos sentimos en disposición de introducir en los planes de trabajo, programas y acciones que nos permitan, de verdad, ser para nuestros hermanos luz que ilumine y aliados creíbles en la tarea de consolidar un estado social de derecho en el que todos nos sintamos igualmente amparados y protegidos.
Conscientes del momento difícil que atraviesa Colombia, y sintiendo en carne propia el efecto de los conflictos y contradicciones, hacemos una opción decidida por la esperanza, con la certeza de que el Señor Jesús que camina a nuestro lado, nos ayudará a construir entre todos un país mas amable, más justo, fraterno y solidario.
Bogotá, D.C., 13 de febrero de 2009
+ Rubén Salazar Gómez
Arzobispo de Barranquilla
Presidente de la Conferencia Episcopal
+ Iván Antonio Marín López
Arzobispo de Popayán
Vicepresidente de la Conferencia Episcopal
+ Fabián Marulanda López
Obispo - Secretario General
de la Conferencia Episcopal
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